De “Ensayo sobre la ceguera”
a “Ceguera”:
la metáfora del mundo desvirtuada en el cine.
-María Luisa Angarita-
Sin duda alguna el cine es una de
las formas del arte, si no la única, que mueve masas constantes de
espectadores. Esta cualidad le otorga una gran ventaja con respecto a otra
forma de arte mucho más humilde y solitaria como lo es la literatura. Sin
embargo, esta ventaja no siempre garantiza que su discurso sea más comprendido
o internalizado por el público. Quizás sea por esto que el Film de Fernando
Meirelles Ceguera (2008), no haya
generado en el público el mismo impacto que ha ocasionado en cada lector la
obra del Premio Nobel de Literatura (1998) José Saramago (1922) Ensayo sobre la ceguera (1995), y no
porque como se suele argumentar: “ninguna película supera al libro”, supuesto
que ya ha sido derrumbado por Peter Jackson
en sus tres films de El Señor de
los Anillos y otros respetados directores. Sino porque, en el caso que nos
ocupa, la esencia, la metáfora y el principal recurso expresivo de la novela
como lo son el narrador y la construcción gramatical que bien sabe realizar
Saramago en sus obras, se pierde por completo en su traspaso a la gran
pantalla.
Esencia y Metáfora
En la novela de Saramago Ensayo sobre la ceguera, se presenta la
historia de un grupo de personajes que al padecer de la ceguera blanca que
azota a su ciudad, comienza a entender que la única forma de sobre vivencia
está en la unión y en la solidaridad. En realidad esta es la única forma de
sobrevivir puesto que, dentro de la historia, la ciudad (sin nombre) y el mundo
se hayan sumidos en un caos total donde la maldad y todas las miserias humanas
se encuentran al mando.
Lo realmente importante de la obra
de Saramago es que su historia es una matáfora de la realidad actual de
nuestro mundo, metáfora que intenta explicarle a la humanidad lo ciega
que se encuentra no de vista, sino de alma y corazón, al darle mayor valor a lo
material, al dinero y el lucro, al sexo no por reproducción sino por placentero
pecado lujurioso, a la violencia, el egoísmo y a tantas otras cosas que mi
propia ceguera no alcanza a distinguir.
Encontramos en Ensayo
sobre la ceguera una metáfora de la realidad del hombre, su alma y
espíritu. Si bien el planteamiento de Saramago no busca redimir al ser humano
ni liberarlo, sí pudiera decirse que intenta mostrarle un poco de sí mismo, el
mundo intrínseco de su espíritu que sus ojos no alcanzan a ver. Y esto no
ocurre sólo en Ensayo sobre la ceguera,
sino en otros libros de Saramago como: Ensayo
sobre la lucidez (2004), Todos los
nombres (1997) y Las intermitencias
de la muerte (2005), por citar sólo algunos.
En sí la escritura de Saramago se propone derrumbar los
linderos del pensamiento humano para presentarle al mundo su propia y cruel
realidad: lo inhumano y con ello todas nuestras miserias, vicios y pesares, el
mundo que realmente construimos a diario. Un mundo que incluso detestamos pero
al cual nos aferramos ciegamente por no conocer nuestro mundo interior. Pero esta
ceguera blanca de la cual padecemos y que resulta peligrosamente contagiosa,
encuentra su cura milagrosa cuando cada lector se interna pacientemente en las
páginas de Ensayo sobre la ceguera y
en la escritura de Saramago, ventaja, de la cual paradójicamente carece la
misma historia convertida en Film.
En Ceguera se nos
presenta una realidad dura y atemorizante, un grupo de personas sobrevive a la
ceguera que afecta a su ciudad gracias a la unión y a una “Heroína” que les
lleva de la mano constantemente hasta acabar el film. He allí uno de los
principales errores, en Ensayo sobre la
ceguera no hay heroínas, hay una mujer que ayuda a su esposo y al primer
grupo de ciegos, pero no porque no padezca de la ceguera “física”, sino porque
fue la única que desde un principio era inmune pues realmente conocía su
interior y podía ver en él, comprendía en realidad la esencia y el espíritu
humano. Este referente se pierde en el film, como también se pierde la
posibilidad de “ver”. Ensayo sobre la ceguera
brinda al lector la oportunidad de mirar hacia adentro de reencontrarse consigo
mismo y cambiar aunque sea levemente su visión de mundo. Ceguera,
por su parte, nos deja ciegos. Ciegos en el error de creer que es sólo un film.
Ciegos en el absurdo de pretender mostrarnos lo que en realidad no podemos ver.
Ciegos porque en ningún momento logra hacer sentir la esencia humana, la
metáfora, la ironía, puesto que reduce a un simple juego de héroes y villanos
lo que en realidad es el drama latente de la humanidad: la inhumanidad.
El Narrador y la Estructura
Narratológica
Uno de los rasgos más resaltantes de la forma de novelar de
Saramago es el uso que hace de, en primer lugar, los signos de puntuación y la
construcción gramatical y, en segundo lugar, el narrador.
La construcción gramatical de constantes oraciones
subordinadas, sin puntos seguidos, guiones o comillas, hacen de la obra de Saramago
una suerte de intrincado rompecabezas que el lector debe sortear para descubrir
quién narra, quién habla y cuándo, para poder seguir el hilo de la historia,
adentrándose cada vez más en la esencia de la misma. Si bien esta cualidad
difícilmente pudiera llevarse al cine, el otro rasgo fundamental de su obra
como lo es el narrador, no debería ser olvidado ni obviado del mismo.
El narrador de Saramago es una pieza fundamental dentro de
su composición y como tal se concibe dentro de Ensayo sobre la ceguera. Este narrador no se concentra sólo en la
descripción, por demás exhaustiva, de los personajes y en sus acciones, sino
que va más allá. Este narrador heterodiegético que narra desde afuera, se
involucra constantemente dentro su narración para presentarnos explicaciones y
hasta su posición ideológica y reflexiva frente a los hechos que narra. Tornándose así en una especie de narrador
hetero-homo diegético (con el perdón de Genette). Este rasgo esencial se pierde
por completo en Ceguera, razón por la
cual se ocasiona que al perdernos como espectadores de todo ese mundo
filosófico, conjetural, irónico y reflexivo del narrador terminemos al
finalizar la película más ciegos que al inicio.
Resulta entonces paradójico observar que un texto tan
profundo y crítico como Ensayo sobre la
ceguera, cuyo principal aporte a la sociedad es abrirle los ojos o el
pensamiento acerca de su condición, resulte tan minimizado y escueto en su
versión cinematográfica. Como si el guionista o el director del film nunca
hubieran comprendido en realidad la esencia del argumento que tenían entre
manos; para dejarnos un film simple donde la trama queda reducida a villanos y
heroínas, donde los personajes son exaltados en sus virtudes y defectos y donde
los estereotipos clásicos del vacío cine comercial saltan una vez más a la
vista cuando los personajes tanto antagonistas como protagonistas parecieran
centrarse más en su “enfermedad” y sobre vivencia que en la reflexión
constantes a la que se someten durante todo el transcurrir de la novela.
Si algo logra rescatar al film de todo el vacío argumental
que le aqueja, este algo radica en la variedad de nacionalidades y razas de los
personajes, quizás esto y el intento por reflejar una ciudad sin nombre, de
lugares irreconocibles, es lo único que logra concordar con la novela y con
todas las obras saramaguianas: el sentido de universalidad de la historia.
Finalmente, resulta terriblemente necesario afirmar que
aquel espectador que no haya leído Ensayo
sobre la ceguera y se dirija a ver Ceguera
terminará con la misma blancuzca ceguera con la cual ingresó, mientras que
aquel espectador que sí haya tenido el placer de degustar sus páginas, regresará
horrorizado de comprobar cómo la misma ceguera logró contagiar también al
guionista y a su director.
definitivamente es una obra que te deja una gran enseñanza de vida.
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