El
Culto a la Virgen María en la Fe Cristiana Católica.
-María Luisa
Angarita-
El culto a la Virgen
María cobijado por la tradición de la Iglesia Católica, es principalmente un
culto de fe y de amor, engloba un cúmulo de enseñanzas doctrinales y teológicas
que nos permiten adentrarnos en el misterio de Cristo. Tradicionalmente ha comprendido un
acercamiento a Cristo a través de su Madre, con el pasar del tiempo se ha
convertido en una de las prácticas de devoción y fe más importantes de la
Iglesia Católica pues, exalta a la Madre de Dios, y al reconocerle como Madre
nuestra le coloca en un lugar de alto privilegio dentro de nuestra fe e Iglesia
entendida esta última como comunidad de creyentes, cuerpo de Cristo, en este sentido
nos lo presenta el Papa Pablo VI en su Exhortación Apostólica Marialis Cultus. [1]
El culto a la Virgen
María comprende diferentes dimensiones de la realidad humana y de la fe
cristiana: la espiritualidad, la fe, la capacidad de aceptación de la voluntad
del Padre, el silencio, la entrega, el sacrificio, son todos carismas
especialísimos de la Virgen María que a su vez se encuentran insertos en el
alma de cada creyente. María es signo del amor de Dios, puerta de salvación y
cooperadora de la salvación. Por medio de su “Fiat” aportó al mundo una nueva
realidad al abrir las puertas a la Vida Verdadera, acompañó al hijo en su
misión, intercedió y continúa intercediendo por la humanidad ante Él y a los
pies de la Cruz lo entregó y se entregó junto con Él por la salvación de los
hombres mientras asumía la maternidad espiritual de los mismos y de la Iglesia
naciente. En el ejercicio del culto de la Iglesia, María se vuelve imagen de la
fe, la caridad y la perfecta comunión con Cristo.
En este sentido María es
Virgen Oyente, Orante y Oferente, y es bajo estas dimensiones de fe que se le
rinde culto en la Iglesia Católica. Desde una Liturgia que busca acercar a los
fieles al misterio de Cristo a través del misterio de la Encarnación donde es
punto central la referencia a la Virgen María, a su “Fiat” y a su Maternidad Divina
y Virginal, hasta el papel de la Madre intercesora y orante de las Bodas de
Caná para hallar el culmen del amor y del espíritu de Sacrificio en el Gólgota.
María Santísima es Madre de Dios y de la Iglesia, Madre nuestra y ejemplo a
seguir aun en medio de una sociedad cada vez más secularizada y alejada de la
vida de fe. Pero no se exalta en el culto mariano tanto la grandeza de la Madre
sino que su veneración nos permite acercarnos, conocer y profundizar
verdaderamente en Cristo.
Así el culto o la
devoción a María comprende una dimensión de fe Cristocéntrica, Bíblica,
litúrgica, eclesial, antropológica y ecuménica, pues a través de la
contemplación y meditación de su cooperación en la historia de la salvación,
encontramos el camino hacia aquel que es el camino verdadero. De allí que un
acercamiento a María que no contemple el misterio se reduce a mero
sentimentalismo, a un orar que quizás resulte vano. Por ello en la práctica de
la Piedad como el rezo del Santo Rosario, la contemplación y la meditación
profunda unida a la alabanza y súplica debe estar siempre centrada en ese
Cristo en el cual nos adentramos desde el abrazo y la mirada maternal de
nuestra madre, conscientes siempre de que todo cuanto refiere a María, es
primero referido a Cristo y todo depende de Él, pues cada atributo de María es
por los méritos de su Hijo, por lo cual María es pues nuestra Madre intercesora
y nuestra modelo de vida espiritual.
[1] SS
Pablo VI (1974) Exhortación Apostólica Marialis Cultus. Para la recta
ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen María.
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