Mujer y Cotidianidad: una mirada a “Ritual que se Prolonga” de Yadira Pérez.
-María Luisa Angarita-
Mujer y feminidad, mujer y cotidianidad, mujer y palabra. En el poemario de la escritora aragüeña Yadira Pérez “Ritual que se Prolonga” (2005) encontramos una mujer madura y consciente de sí misma, una mujer que asume el reto de levantarse cada mañana para cumplir con su deber de fémina, con ese ritual que le ha sido impuesto desde el día de su nacimiento. Desde el primer poema Una mujer desnuda, vemos a una mujer que se reconoce a sí misma en el espejo. Una mujer que se observa desnuda como tratando de identificar las huellas que la vida le ha dejado marcadas, para luego asumir que sólo a ella se debe y que sólo por ella debe existir: “Una mujer desnuda/ se mira en el espejo/ y piensa / que el tiempo se ha agotado / con cada parto / que ha tenido / con cada herida / que ha sufrido / con cada beso y abrazo / que ha vivido.” (p. 11)
Ritual que se Prolonga es un poemario cargado de feminidad, lleno de los toques y las vivencias de una mujer que ha vivido día a día su ritual de existencia. En él encontramos las cosas más sencillas de la vida, las más traumáticas, las más comunes y hasta las más insólitas, porque de todas ellas se encuentra hecha la vida de una mujer. Vemos así una mujer amante, resignada a la espera y a la lejanía, resignada al silencio y al desconocimiento, mujer que ama con fuerzas pero a su vez llena de ira y dolor. Aparece también la mujer madre, quien debe lidiar con el desorden y el escándalo de los hijos, con la cocina y el aseo, con la rutina infaltable del hogar para quedar luego sumida en la soledad de su propio abandono. Encontramos a una mujer llena de sentimientos e ilusiones, que aún aspira que alguien le lea un poema, a pesar de saber que “los poetas siempre mienten”. Fémina que amanece un día buscando la libertad pero prisionera de su cuerpo, un cuerpo que anda en autobuses llenos de rostros y aromas, que se mantiene en pie pero extenuado y que tras el trabajo diario debe llegar a casa a cumplir con su rutina hogareña. A recoger la casa, cocinar, atender a la familia y se queda un poco de tiempo, beber una copa de vino y escribir.
Porque la palabra también está presente en estas páginas, la reflexión sobre un oficio que ya no se hace fácil, un oficio donde ahora hay que pensar más e intentar que el poema surja, como se evidencia en el poema Facundo me recita un poema de Machado, donde los versos de otros escritores suenan grandes y majestuosos al lado de la voz poética que los intenta. Una mujer que en otras líneas preferiría abandonar el poema por el aroma de la albahaca.
Pero el amor, con su sensualidad y erotismo así como con su abandono y olvido, es la principal constante presente en el poemario. La mujer enamorada que entrega todo por amor, la amante vs la señora, la esposa después de la novia, la mujer que se entrega al hombre amado para luego decirle “Al calor / de la rosada gruta / cuál mástil altivo / se yergue tu nobleza / Yo te bautizo con mi humedad / sobre el tálamo / que nos recibe…/” (p. 40). Erotismo alucinante donde eros se regocija en su propia magia y el amor se crece en el latir profundo de la sangre.
El amor que Yadira Pérez nos presenta es mágico y profundo, un amor que nace desde el alma para continuar creciendo con cada roce y cada beso, con cada caricia y abrazo, un amor que se construye bajo un epígrafe de Montejo y que le dice al amor distante y lejano que en vista que “Ningún amor cabe en un cuerpo solamente” entonces en el recuerdo crecerá el amor mientras: “escuchando a Schubert / recorreré la geografía de otro cuerpo / con mis labios” (p. 35), como una forma de expresar que el amor por grande que sea no guarda luto eternamente; y si lo hace, no intentará el olvido con licor ni otra cosa, sino que se dejará morir de cualquier enfermedad para una vez extinto, el amante no tenga más remedio que llorar, extrañar y sentir “que yo fui lo más bueno / que le pasó a tu vida.” (p. 56). Medida radical pero infinitamente amorosa.
Finalmente Ritual que se Prolonga es la representación en palabra poética de la mujer y su diario vivir, de la cotidianidad y el amor, de la feminidad y su rutina, un ritual que cada día se renueva y se hace más y más eterno: “por días y semanas / pero que siempre pasa / sin dejar rastro” (p. 13)
Ritual que se Prolonga (2005) Yadira Pérez Grupo Senderos Literarios |
Comentarios
Publicar un comentario