El
Adviento: tiempo de espera y peregrinaje en el amor. (Parte
I)
-María Luisa
Angarita-
Hoy nuestra Iglesia
Católica inicia un nuevo tiempo en el año litúrgico, es el principio de un
nuevo recorrido que hacemos unidos como hermanos en la fe por la vida de
Jesucristo Nuestro Señor, por su camino de fe y servicio, por su camino de amor.
El año Litúrgico inicia
con una temporada llena de calidez, amor y esperanza, es el Tiempo de Adviento,
el tiempo de espera del advenimiento, de la llegada del Salvador. Toda la
Iglesia se prepara para recibir al Hijo de Dios hecho hombre, el niño que
vendrá con gloria y poder a liberarnos de la esclavitud y la opresión del
pecado.
En este tiempo recibimos
el anuncio de un nacimiento que trae la luz al mundo, vivimos la espera
ansiosa, alegre y gozosa del amor verdadero que nace en un pesebre,
redescubrimos la centralidad de Jesucristo en nuestra historia humana, en la
historia de la salvación, y comenzamos nuevamente a comprender el grado
profundo del amor oblativo de Cristo que viene al mundo y se entrega no sólo
por obediencia sino por amor a la humanidad.
Adviento no es sólo
recordar el nacimiento del Señor, en este tiempo nos redimensionamos y nuestro
mirar al futuro obtiene un matiz más trascendente pues es también la
preparación para esa llegada definitiva de Cristo en la Parusía, en esa segunda
venida que todos esperamos y a la cual nos dirigimos como pueblo peregrino que
camina unido en la espera escatológica.
Ahora bien, el tiempo de
adviento consta de cuatro semanas marcadas desde hoy hasta el domingo previo a
la Natividad del Señor, en cada una nos esforzamos por trabajar espiritualmente
y guiados por la liturgia un aspecto esencial de la vida de fe y del evangelio,
así al primer domingo corresponde la vigilancia, el segundo: La conversión, al
tercer domingo: El testimonio y al cuarto domingo: El anuncio. De este modo
semana a semana nos vamos adentrando en el misterio de la Encarnación.
Finalmente, una forma sencilla y tradicional
de guiarnos durante este período es con la Corona de Adviento, de origen pagano
pero que simboliza el amor infinito de Dios, con ella experimentamos el tiempo
cíclico de espera y transformación interior que vamos viviendo semanalmente con
cada domingo de adviento hasta el día de la Natividad, momento en que nuestras
almas saltan de júbilo por el encuentro con Jesús, el sol que ilumina nuestras
vidas y que nos libra de la muerte del pecado.
¡Feliz Adviento!
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Artículo publicado en la Página Eclesiástica del Diario El Aragüeño, de
la Diócesis de Maracay. Fecha: 27 de noviembre de 2016.
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