Teología,
oración y servicio: un camino hacia Dios.
-María
Luisa Angarita-
Hablar de fe es hablar de
amor, del don de Dios en el corazón de cada uno de sus hijos, es tener la
certeza firme e infinita de que en su amor habitamos todos y que en cada uno de
nuestros aciertos y desaciertos nos acompaña, con abrazo paternal nos acoge y
con su misericordia infinita nos envuelve.
No hay que saber de fe
para estudiar teología, hay que amar y tener fe, amor a ese Dios infinito en
bondad y una fe cimentada en su obrar, una fe que se abandona en su amor
mientras a su vez intenta comprender y discernir sobre nuestras realidades
terrenas y espirituales, sobre este camino hacia la salvación por el que
transitamos todos.
Estudiar teología es acercarnos a Dios desde
la fe, porque sólo desde la fe lograremos comprender los grandes misterios en
los que Dios se envuelve, como lo hizo la Virgen María, siempre dispuesta,
siempre silenciosa, siempre meditando el misterio y abandonándose en la fe en
el Señor.
El
estudio de la teología es un camino lleno de aventuras, una conquista por
dejarse enamorar aún más por Dios, un recorrido donde no sólo vamos conociendo
lo que concierne al Magisterio y la Tradición de la Iglesia, al Misterio de
Cristo y la Economía de la Salvación, sino dónde descubrimos en nosotros la llama
viva del amor de Dios, llama que hace crecer nuestra fe, madurando, haciéndose
aún más comprometida.
No obstante, no es un
camino sencillo, el camino de Dios no es sencillo, hay siempre momentos de
aridez, de incomprensión, momentos quizás en que el desierto se nos presenta y
la tentación de abandonar intenta seducirnos, pero ante todas estas situaciones
solo una fe activa y de oración constante puede rescatarnos y derramar sobre
nosotros la fuerza del Espíritu Santo que necesitamos para continuar, con la
convicción firme de que hemos sido llamados para ser una semilla que
fructifique en la obra de Dios, pero una semilla formada, labrada, que inspire
a otros a querer conocer más sobre la fe que profesa.
Así pues, la teología es
un camino de encuentro con Dios, elevamos hacia Él nuestra mirada y corazón
mientras Él con amor misericordioso y mirada compasiva nos acoge en sus brazos
y nos alienta. Digo compasiva porque nos mira con los ojos de un Padre que ve a
su hijo emprender una tarea casi utópica y nos alienta. Utópica porque sin
importar cuánto intentemos acercarnos siempre será Dios mismo quien decida
cuándo y cómo revelarse ante nosotros con su pedagogía de amor como lo ha hecho
a lo largo de la Historia de la Salvación.
Ahora bien, quien estudia
teología sabe que asume un compromiso, y que el estudio es sólo un camino de
acercamiento a Dios, pero que el verdadero camino está en las obras, en la
praxis de ser y actuar como Jesús lo hizo, desde el discernimiento, la
misericordia y la caridad.
No sirve de nada estudiar
teología para quedarnos atrincherados en nuestras comodidades intelectuales, la
verdadera teología se vive en el servicio, en la entrega oblativa tal como
Jesús los hizo por nosotros, correspondiendo al amor de Dios con nuestro amor
por el hermano, haciéndonos próximos del otro y viendo en su rostro, en medio
de sus realidades concretas, el rostro vivo de Cristo.
Finalmente, el compromiso
de quien estudia teología y de cualquier cristiano es amar en obras, estudiar
sí, profundizar y crecer en la fe pero siempre con la mirada puesta en el otro,
no para juzgar que no es nuestra misión, sino para ayudarle a surgir en su
propia realidad e iluminar su camino con la luz de Cristo que vence todas las
tinieblas, con su amor que siempre se traduce en misericordia.
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