Un acercamiento a la fe mariana popular desde la devoción a La Virgen María en su advocación de la Divina Pastora de las Almas de Santa Rosa, estado, Lara.
Un acercamiento a la fe mariana popular
desde la devoción a La Virgen María en su advocación de la Divina Pastora de
las Almas de Santa Rosa, estado, Lara.
-María Luisa
Angarita-
La
devoción a la Virgen María es para los venezolanos un ícono y un símbolo
fundamental de la fe católica. Se le ama y se le venera en cada rincón del país
como la Madre protectora, la abogada intercesora, la pastora que guía y, en uno
de sus aspectos más resaltantes para la fe de los pueblos, la madre que concede
milagros. Si bien para las personas de fe y según la doctrina Católica, la
Virgen María recibe todos sus atributos producto de su asociación con la misión
salvadora de su hijo y es dogma de fe que es Madre de Dios, que es Virgen
antes, durante y después del parto, que fue concebida sin pecado original,
libre de mancha alguna y que fue asunta al cielo por su hijo por lo cual comparte
junto a Él la gloria y la gracia del Padre. También es cierto que todos estos
atributos se le conceden desde el amor de los fieles, pues son ellos quienes le
veneran, le oran y le tienen como modelo de Santidad.
En Venezuela, la devoción a la
Virgen María tiene una marcada trayectoria dado a que es el país con mayor
cantidad de advocaciones Marianas: la Virgen del Coromoto, patrona de
Venezuela, la Virgen del Valle, la Virgen del Chiquinquirá, la Divina Pastora.
Todas mueven la fe de los venezolanos porque más allá de la advocación se
reconoce en la Virgen María a la Madre de Dios y de la humanidad.
Algunos con
fe sencilla, otros con fe adulta, todos los devotos marianos reconocen en María
la Santidad de la Madre y le ruegan siempre su intercesión ante el hijo. Y no
es para menos, desde el evangelio de Lucas podemos observar como la Virgen
María en su “Fiat” al ángel acepta mucho más que ser la Madre del Hijo de Dios,
acepta también ser la madre de la humanidad, cuando Simeón le dice a María “una
espada te atravesará el alma” (Lc. 2,35.) Y cuando luego este anuncio se hace
realidad en el Gólgota, María queda constituida como Madre de todos los hombres
y su sufrimiento asociado al de Cristo se une a la economía de la Salvación
para el perdón de la humanidad. María se vuelve así madre, intercesora y corredentora
de los hermanos adoptivos de Jesús, y desde la Gracia del Padre les acoge en su
seno y los guía hacia su hijo.
Una de las advocaciones más
veneradas en Venezuela es la Virgen Divina Pastora de Barquisimeto, estado,
Lara. Con más de 160 años de presencia en el pueblo barquisimetano y con más 4
millones de fieles que le visitan cada año, la Divina Pastora es la Advocación
Mariana más importante de Venezuela en cuanto a la cantidad de fieles y a su
procesión del 14 de Enero, dónde año tras año la Imagen de la Virgen es sacada
a recorrer cual peregrina junto a su pueblo todas las Iglesias de la
Arquidiócesis de Barquisimeto, recorrido que realiza en un tiempo aproximado de
dos meses.
Origen
de la devoción:
- Año
1736. Llega por equivocación la imagen de la Divina Pastora a Santa Rosa.
El Padre Sebastián Bernal encargó al escultor español Francisco Ruiz
Guijón una imagen de la Inmaculada Concepción, pero por error llegó la
imagen de la “Divina Pastora de las Almas”. Advocación que ya era venerada
en Sevilla España bajo el nombre de Divina Pastora y cuyo nombre fue
convertido luego como “Madre del Buen Pastor” por razones litúrgicas y
teológicas. Se celebraba el tercer sábado luego de la Pascua pues precede
al Domingo del Buen Pastor, esto porque todos los años se lee una perícopa
de Jn. 10 con Jesús Buen Pastor.
- La
imagen que llegó a Santa Rosa no pudo ser devuelta, puesto que según
cuenta la historia, no hubo fuerza humana ni de animales que pudiera
moverla. Por lo cual se quedó en la Iglesia de Santa Rosa.
- Año
1812. Un terremoto sacude a Barquisimeto, destruyendo el templo de Santa
Rosa, pero la imagen de la Divina Pastora quedó intacta.
- Año
1855. Una epidemia de cólera azota a Venezuela. El Padre Macario Yépez,
párroco de la Iglesia la Concepción, quién ya padecía la enfermedad,
decidió sacar a la Virgen en procesión junto a la Imagen del Nazareno y le
pidió ser el último en morir por la enfermedad. El milagro ocurrió, la
enfermedad comenzó a retroceder y el Padre Macario Yépez murió pocos meses
después.
- 1856.
A partir de allí, año tras año, se realiza la procesión de la Divina
Pastora, donde la Imagen de la Virgen es trasladada a lo largo de 7km en
su visita a Barquisimeto hasta la Catedral Metropolitana y de allí hace un
recorrido por todas las Iglesias de Barquisimeto hasta retornar a Santa
Rosa antes del Domingo de Ramos.
- 2016.
Este año la Divina Pastora realiza su visita 160 a la Ciudad de
Barquisimeto, en medio de oraciones por Venezuela y peticiones personales.
Procesión
Manifestación de fe
La Divina Pastora es
considerada uno de los íconos religiosos más importantes de Venezuela. La
procesión de la Divina Pastora cada 14 de Enero es la Tercera concentración
Mariana más grande del Mundo, luego de la Virgen de Guadalupe (México) y la Virgen
de Fátima en Portugal. La diferencia entre la Virgen de Guadalupe y la Divina
Pastora es que la Guadalupana no sale en procesión, las personas peregrinan a
visitarla, mientras que la Divina Pastora camina junto a su pueblo que con fe y
amor la acompaña. Esta procesión gana cada año más fieles.
En toda la historia de la
Salvación, peregrinar, caminar en la espera de la promesa de Dios ha sido un
signo vivo de la fe de los pueblos. En la procesión de la Divina Pastora, este
caminar como signo de fe se revive cada año, las personas acuden a visitar a la
Virgen en Santa Rosa y de allí siguen su recorrido de 7 kilómetros entre
cánticos y oraciones, siendo testimonio vivo de la Iglesia que peregrina en la
espera escatológica, el documento de Puebla lo expresa de este modo:
“Mientras
peregrinamos, María será la Madre educadora de la fe [LG 63]. Cuida de que el Evangelio nos penetre conforme nuestra vida
diaria y produzca frutos de santidad. Ella tiene que ser cada vez más la
pedagoga del Evangelio en América Latina.” (290) [1]
Así va la Divina Pastora,
peregrina junto a su pueblo, educando a sus hijos en la fe, acercándolos a
Jesús y haciéndoles conscientes de su amor. Como signo vivo del obrar amoroso
de Dios, María acoge en su seno a la humanidad y la acerca a la conversión, por
medio de ella encuentran al Hijo y a través del Hijo, la Salvación.
A partir de un sueño
El nombre Devocional
Divina Pastora se utiliza desde mucho antes de la devoción piadosa a esta
imagen. Surge de la forma como desde el siglo XVIII se retrataba la imagen de
la Virgen María como una guía de almas, custodia de los fieles al encuentro de
Jesús el Pastor.
En España la devoción inicia con un sueño: la Virgen
aunque ya se había presentado con antelación a algunos venerables vestida de
pastora. No fue hasta que Fr. Isidoro de Sevilla la soñara una noche de Junio
de 1973, y le encargó al pintor Alfonzo Tovar que realizara la obra. En la
pintura la Virgen María aparece:
“En
el centro y bajo la sombra de un árbol, la Virgen santísima sedente en una
peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura. La túnica roja, pero
cubierto el busto hasta las rodillas, de blanco pellico ceñido a la cintura. Un
manto azul, terciado al hombro izquierdo, envolverá el entorno de su cuerpo, y
hacia el derecho en las espaldas, llevará el sombrero pastoril y junto a la
diestra aparecerá el báculo de su poderío. En la mano izquierda sostendrá al
Niño y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge a su regazo.
Algunas ovejas rodearán la Virgen, formando su rebaño y todas en sus boquitas
llevarán sendas rosas, simbólicas del Ave María con que la veneran...” (Fray Rufino María Grández, 2013)
Así fue retratada y así comenzó su devoción en el seno
de los frailes Capuchinos de Sevilla y posteriormente se fue extendiendo por
España y Venezuela. Una devoción dónde se reconoce a María como pastora de las
almas de los hijos que guía hacia el encuentro con Jesús cuales ovejas aunque
no sean de su redil.
Un
poco de teología: ¿Divina Pastora?
Ciertamente la expresión
“Divina Pastora” es un término devocional. Con él se le conoció y se le amó.
Pero para ser reconocida oficialmente este término no podía pasar a la
liturgia. Al respecto el Fraile Rufino María Grández refiere:
“Tiene
unas referencias muy bellas que, de hecho, integran el misterio total de la
Virgen María. La Virgen María como Divina Pastora está con el niño, y está con
el rebaño del Niño; a lo lejos hay una oveja descarriada que la quiere matar el
lobo feroz, pero el ángel defensor viene en su auxilio. Es la imagen que se nos
quedó en la retina desde niño; y en la explicación se nos hablaba de los
misterios de la Virgen María: su divina Maternidad; la Corredención; la
Mediación de María, mediadora de todas las gracias; la Virgen misionera (otras
ovejas que no son de este redil).” (2013)
En este sentido se
entiende que el término Divina Pastora refiere a la Maternidad Divina de María
y a su papel como pastora de almas que guía en el camino hacia Jesús. No se
intenta significar una Divinidad de María elevándola al nivel de Dios o de
Jesucristo, sino de su maternidad, la cual es Divina porque da vida a un ser
Divino el hijo de Dios. Divina por su hijo y pastora porque guía a las ovejas
hacia el pastor verdadero, el cordero de Dios. Al respecto el Fr. Rufino María
Grández continúa:
“Los
títulos marianos de “Divina Pastora” y “Madre del Buen Pastor” son dos títulos
específicamente diferentes, no solo en cuanto a su aspecto estilístico o
literario, sino en cuanto a contenido doctrinal. El primero proclama que María
es “pastora”; el segundo que es “madre” del pastor: tal es la primera
diferencia esencial de contenido. Si yo proclamo a María “Madre del Redentor”
el título es correcto; pero por el título nada digo de si María es también “Redentora”
o “Corredentora”; simplemente afirmo que es Madre del Redentor. Insistimos: De
modo semejante, si afirmo que María es la “Madre del Buen Pastor” nada digo de
si ella es “pastora”; Nada digo tampoco de si las funciones que cumple el Buen
Pastor deba cumplirlas también la Madre del Buen Pastor. // Son, pues, dos
perspectivas diferentes con dos círculos teológicos diferentes. El primero nace
en el seno de una mariología que ensalza los privilegios de María como obra
admirable de la omnipotencia divina, un tipo de mariología que fue repensada en
el concilio Vaticano II, cuando María fue presentada en la Lumen Gentium (capítulo
VIII) nunca a “se”, sino en referencia con Cristo y con la Iglesia, en un
determinado plan de historia de salvación. A partir del Concilio Vaticano II
los textos sapienciales que hablan de “la Sabiduría” y que, por
aplicación, habían servido para ensalzar a la Virgen María, discretamente
quedan a un lado en la liturgia. // El título de “Madre del Buen Pastor”
quiere sustituir al de “Divina Pastora”, pero, en realidad, no es una
sustitución (aunque buena parte de los contenidos hayan permanecido en los
textos litúrgicos), sino – a mi sencillo parecer - es un título nuevo, en sí
mismo legítimo, es un título eclesial.” (2013)[2]
De este modo la visión
que de la Virgen María tiene el pueblo varía un poco de la concepción teológica
que plantea el Concilio Vaticano II, mientras la visión de los fieles
corresponde más a una vivencia de la fe, a un entender a María como Madre
Espiritual, como ser que acoge, guía y protege; la visión teológica de la Lumen Gentium es más formal, continúa
presentando a María como Madre de la Humanidad y de la Iglesia pero en una
asociación a la obra salvífica de su hijo. María desde su entrega, su
obediencia y su sufrimiento, se integra también a la obra de la salvación, ella
abre la puerta a la vida y por medio de la Crucifixión de Jesús ella abraza
también a la humanidad.
Podría decirse que la visión del concilio es
simplemente una reinterpretación de la fe y de la devoción Mariana sustentada
en la Revelación. Lo que hace aún más comprensible que la Divina Pastora aun
cuando su nombre litúrgico haya cambiado, continúe representando para la fe de
los fieles a la Madre de Dios el Pastor, la madre que pastorea junto a su hijo
al pueblo de Dios y lo devuelve al camino de la salvación, los conduce a la
salvación a acercarlos al único camino posible de redención que es Jesucristo. Ya no es una visión de la Virgen desde méritos
propios aunque los tenga, es dotar a la Virgen de los Privilegios que merece
dada su participación en la obra de la Salvación, es ser reconocida en sus
virtudes por los méritos de su hijo. (LG.
67)
No obstante, el pueblo
que camina junto a la Divina Pastora no sabe de teología, poco entiende de
dogmas y en ocasiones poco entiende incluso del evangelio, pero sí comprende el
amor de la Madre de Dios y lo asume como un amor extensivo a ellos mismos como
hijos de Dios y a ese amor se aferra y en ese amor confía, esperando su
protección y su intercesión.
Fundamentación Bíblica de la Devoción a la Virgen
María
La
Virgen María ya se prefiguraba en el Antigua Testamento Gn. 3,15. “Enemistad
pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza
mientras acechas tu su calcañar.” Se anuncia o profetiza a una mujer que
distanciará el pecado y abrirá la puerta de la Gracia. Se romperá el linaje de
la serpiente y ésta se separará del linaje de la mujer. Se abrirá la brecha
entre el bien y el mal.
María es la nueva Eva, es antítesis
de la primera. “El Padre de las misericordias quiso que a la Encarnación
precediera la aceptación por parte de la Madre predestinada, para que como la
mujer contribuyó a la muerte, así también la mujer contribuyera a la vida.” (LG. 56)[3] Así María con su “Si” abre
las puertas a la Salvación, ella se entrega y acepta la voluntad del Padre: “He
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1,38). Y a
partir de allí es abrazada por el Espíritu Santo para convertirse en la nueva
Eva por quien entrará la derrota del pecado, la vida nueva.
Nuestra fe y devoción a la Virgen
María se fundamenta en ese sí, en ese “Fiat”, en ese aceptar con amor y fe sincera
la voluntad del Padre, aún incluso sin comprender la magnitud de esta decisión,
y tiempo después, tras sucesos consecutivos de sufrimiento y dolor, se mantuvo
siempre firme y fiel, en silencio, guardando en su corazón cada palabra de Dios
y meditándola.
La devoción y el amor a María se
sustenta también en su intercesión, desde las Bodas de Caná (Jn. 2,1-11) la
sabemos intercesora y mediadora entre los hombres y Jesucristo, ella intercede
por nosotros mientras nos recuerda que debemos “hacer lo Él nos dice.” Pero sin
duda una de las razones por las que más se ama a María es por su sacrificio, en
la entrega que hace de su hijo por la Salvación del género humano, ella de pie
frente a la Cruz entrega a su hijo mientras asume la maternidad espiritual del
mundo. (Jn. 19,25-27).
Son muchas las razones de la
devoción a la Virgen María y en su mayoría encuentran fundamento en la
Revelación, bien de forma directa, o bien en atención a los méritos de su hijo,
pero ciertamente fue su “Sí”, su entrega, su obediencia, su fidelidad, su
intercesión y su sacrificio lo que hoy nos mueve a venerarla, a imitarla y a seguirle
como modelo de Santidad y suplicarle su intercesión.
Devoción a la Divina Pastora: Mucho de fe
no tan sencilla.
Hablar de fe implica
hablar de un cúmulo de ideas a veces tergiversadas, se suele confundir con
sentimientos cuando realmente implica abandono y entrega al Padre. En el caso
de la Devoción a la Divina Pastora, las personas entrevistadas a los fines de
este trabajo, expresaron su amor y devoción por la Divina Pastora haciendo
referencia a la fe, conscientes de que la Virgen María es intercesora ante
Jesucristo, le miran con ojos de amor.
Es un culto de años de
tradición que se sustenta no sólo en la Revelación, ni en los años que la
devoción tiene en Venezuela, sino que se remonta a la Tradición de la Iglesia,
pues parte de una religiosidad popular que fue creciendo y fortaleciéndose en
el transcurrir del tiempo, como lo refiere Lumen
Gentium 66: “desde los tiempos más antiguos la Bienaventurada Virgen es
honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo acuden suplicantes los
fieles en todos sus peligros y necesidades.” Esto es lo que se vive en la
Procesión de la Divina Pastora, un culto de amor y de fe sincera, de corazones
llenos de amor que acuden suplicantes a la Madre de Dios para que interceda por
sus causas.
Finalmente, la devoción a
la Divina Pastora no puede catalogarse como una mera tradición popular, ni como
un sentir folklórico, y lejos estamos de considerar a sus devotos como gente de
fe sencilla, pues son personas que desde la oración y la fe entrega sus
corazones y sus vidas al servicio de Dios, intentado ser como María Santísima y
practicando las obras de misericordia; confiadas plenamente en Dios y en que
sus plegarias ya han sido escuchadas por la intercesión de la Divina Pastora. Son
personas que reconocen a María como mediadora y aceptan la voluntad de Dios
confiados en su Misericordia.
[1] Puebla. (1979) No. 290.
[2] Fr.
Rufino María Grández, OFMCAP. (2013) De la “Divina Pastora” a “Madre del Buen
Pastor”. Documento en Línea. Disponible en: http://hermosas-palabras.blogspot.com/2013/04/386-de-la-divina-pastora-la-madre-del.html Fecha de Consulta: Febrero 2016.
[3]
Constitución Apostólica Lumen Gentium
N. 56.
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