-María
Luisa Angarita-
En
el filme “Dios no está muerto” (USA.
2014) se hace un planteamiento bastante común del debate constante entre
creyentes y no creyentes en la existencia de Dios. Es una película con
historias simultáneas que se van entrelazando entre sí bajo la temática central
de la fe en Dios, o de al menos, el reconocer su existencia.
La
historia central, un estudiante que se ve en la obligación por fe y convicción
de defender su creencia frente a un profesor de filosofía que se dice ateo pero
que inicia su clase hablando de Dios y su inexistencia. En cuanto a
argumentación podríamos aceptar la idea de la tesis del profesor para poder
enmarcar la historia en una zona de defensa de la fe, no obstante resulta
absurdo el inicio de una trama con un argumento que ya desde el inicio no sólo
denota la existencia de Dios, si no la capacidad de duda que puede generar en
las personas su inefable existencia. Es decir, si Dios no existe, ¿para qué
hablar de él? Esto es reafirmar su existencia.
Ahora bien, salvando este lapsus
mental de los escritores. La película presenta algunas connotaciones teológicas
que vale la pena revisar, en primer lugar: la creación del universo, la luz, los
seres vivos, es decir de todo lo que existe y la demostración científica de que
todo lo creado existe por un algo mayor que no tiene explicación alguna, ni la
necesita, más allá de un ser sobrenatural que lo puede todo, bien sea en 3
minutos como en “un billonésimo de un billonésimo de segundo” o bien en 3.8
millones de años, siendo que los tiempos teológicos le competen a Dios, lo
mismo da un siglo que un día si se trata del poder sobrenatural y omnipotente
del Creador. Así la misma teoría evolutiva no hace más que afirmar que de algún
lugar tuvo que surgir todo y abre la puerta a la existencia de Dios.
En segundo lugar, la Trinidad, se
cuela como quien no quiere en el filme, un reconocer a Cristo como Dios por ser
el Hijo de Dios y un Espíritu Santo que guía y dirige las acciones de los
individuos y que se asoma un poco escondido entre las afirmaciones de un
ministro evangélico. En este punto se cuela la idea, para mi nada simpática, de
mencionar a Dios como el “abuelo del cielo” en un no reconocer a Dios como
Padre sino como un algo más, como si necesitase de algo más para existir,
claramente es la tesis del profesor villano de la historia, pero que no es
aclarada ni refutada en el resto de la película.
Un tercer aspecto lo constituye la
existencia del mal y del libre albedrío. El ataque directo a Dios por permitir
la maldad en el mundo sin reconocer que generalmente el mal es consecuencia
directa del pecado, de las decisiones que tomamos, si bien se explica que Dios
nos ha dotado con la capacidad de tomar nuestras propias decisiones y que en
ese camino espera que nuestras decisiones nos conduzcan a Él, en este punto
habría sido más interesante que surgiera el planteamiento del pecado como el
causante de las turbaciones y males que nos aquejan más que hablar aquí de la
moralidad, ciertamente el pecado influye directamente sobre la moral y se
reconoce en el filme que lo bueno y lo malo es “la línea directa que conduce a
Dios”, pero no es una afirmación tan contundente como sí lo es el parlamento
final de la abuelita que hace referencia directa al pecado y el poder opresor
que ejerce sobre sus víctimas al punto de no dejarles ver que se encuentran en
tal situación.
De
igual modo el planteamiento que se hace sobre el mal, es a su vez mezclado con
el tema de la enfermedad (la madre que fallece víctima del cáncer, la
periodista que enferma de cáncer), lo desagradable en este punto de la
película, es que se pretenda dejar ver la enfermedad como parte del mal y la
pretensión de que Dios puede y dice “No” a menudo en casos de enfermedad. Es
simplemente una ligereza de contenido presentar la enfermedad de este modo
siendo que Dios no sólo no envía la enfermedad, ya que esta es producto de nuestra
propia condición humana, hechos de carne y frágiles cuerpos, sino que se le
otorgue una carga negativa a la enfermedad como si no fuese ya bastante con el
sufrimiento que implica para quien la padece y sus familiares.
De
igual modo resulta con poco fundamento el hecho de que la voluntad de Dios en
este punto sea interpretada lejos de la misericordia, pero que sí se encuentre
la misericordia en el momento de la muerte del personaje del profesor. La misericordia de Dios no existe sólo al
reconocerle como Señor, también existe en la enfermedad y es en este ámbito
dónde Dios no se cansa de brindarla, como de hecho se evidencia constantemente
en el obrar de Jesús en los Evangelios, su preferencia por los enfermos a
quienes nunca negaba auxilio y misericordia. En este punto el filme pudo haber
mejorado el planteamiento, separando la enfermedad de la concepción del mal e
incorporando en ella el obrar misericordioso de Dios.
En
otro orden de ideas, un punto a favor resalta de todo el filme, la defensa de
la fe, no sólo en la decisión del estudiante de defender su posición cristiana
investigando y presentando argumentos sólidos, sino también desde la joven
árabe que defiende su fe ante su padre; la novia del profesor que defiende su
fe ante un grupo de intelectuales vacíos, el joven asiático que siente el
llamado a seguir a Jesús y lo hace a pesar de las objeciones de su padre. Un
punto que nos interpela y llama a la reflexión a todo cristiano, ¿qué hacemos
nosotros ante los ataques a nuestra fe? Cada uno de algún modo ha vivido esa
situación ¿qué hacemos, cómo reaccionamos? ¿Confesamos a Cristo y defendemos
nuestra creencia o nos hacemos los sordos y seguimos el camino? La actitud de
cada uno de estos personajes es la que debería tener cada cristiano verdadero,
defender su fe de todo ataque, y más aún el cristiano católico, defender su fe,
su Iglesia y su doctrina.
Finalmente
un tema resaltante de toda la película es el que se transmite a través del
personaje del pastor evangélico, la diferencia entre tener fe y demostrarla.
Tener fe es vivir confiado en el obrar de Dios, en su amor, fidelidad,
misericordia, una persona de fe no anda con dudas, confía y entrega todo en las
manos del Señor, asume el camino que Dios le asigna y acepta su voluntad. Esto
es la fe, entrega confiada en el Padre, el cristiano que dice tener fe debe
vivir en consecuencia con su fe, siendo coherente con la fe que profesa y
manteniendo siempre su certeza en la fidelidad y misericordia de Dios.
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