La realidad venezolana y el oficio de escritor, a propósito del día del libro, el idioma y los derechos de autor.
María Luisa Angarita
Hoy
celebramos el día del Libro, el Idioma y los derechos de autor: el arte de las
palabras. Y tras este celebrar me pregunto inocentemente, ¿qué sentido tiene?
¿De qué nos sirve? Y las respuestas son tan variadas como las perspectivas.
Para quien escribe, las palabras son un modo de existir, no hay otra manera de
concebir la propia existencia que no sea desde el oficio de escribir: poesía,
narrativa, ensayos, dramaturgia, reflexiones, post de blogs, artículos de
prensa, no importa el género ni su extensión, quien escribe lo hace porque sin
ello enfrenta su inexistencia. Bajo el debate constante entre las palabras y el
silencio, entre los adjetivos torpes y las metáforas, escribir se nos vuelve el
modo de enfrentar la vida, las angustias, los demonios y las realidades. Muy
especialmente las realidades.
Pero
en estos momentos en que nuestra Venezuela enfrenta horas turbulentas, en que
la verdad surge y grita desde las esquinas pero quienes ostentan el poder la
acallan y tapan tras imágenes falsas y medias verdades torpes, ¿qué función
tiene la voz y la pluma del escritor? No sirve de nada escribir si evadimos la
realidad, si no damos cuenta de lo que ocurre y no deploramos la terrible
situación que enfrenta nuestra tierra, nuestra gente. Cada día son más los
venezolanos fallecidos por falta de medicinas, por la inseguridad e incluso por
la represión ejercida por los organismos policiales que actúan contra el propio
pueblo, contra sus hermanos. Cada día son más los abusos y atropellos contra la
libertad, contra los derechos humanos y la dignidad humana.
Hoy
celebramos los derechos de autor en un país donde opinar y disentir ya no es un
derecho, dónde reclamar y exigir a quienes se supone deben servirnos se ha
vuelto un crimen, donde caminar por una calle con una pancarta es motivo de
encarcelación, o dónde simplemente ir de regreso a tu casa con una franela
blanca por regresar de una marcha es motivo suficiente para ser detenido. Escribir
en estas horas ya no puede ser sólo construir realidades alternas, escribir hoy
tiene que convertirse en la crónica de esta realidad, tiene que incentivar a
los lectores a abrir los ojos, a comprender lo que ya el nobel de literatura
José Saramago nos describía en “Ensayo sobre la ceguera”, pues la ceguera es
contagiosa.
Hoy
el escritor venezolano viva en Venezuela o en el exilio debe mantener su frente
en alto y decir lo que otros callan, debe dejar constancia verdadera en sus
textos de la realidad, de la historia actual, la que los libros de historia
nunca cuentan. La que incluso los medios de comunicación esconden porque
libertad no tienen de informar la realidad y no hay papel ni tinta ni espacios
donde publicarla por temor.
Ya
no se vale el miedo, ya no se vale esconderse, ya no se vale callarse, porque
bien lo dice por allí la sabiduría popular que el que calla otorga. Hoy día el
oficio del escritor venezolano tiene que narrar, poetizar, describir, expresar
la cruda realidad de nuestro país, la cruda verdad de estos tiempos, la forma
absurda en la que muere gente inocente por la necesidad de unos pocos de
conservar sus comodidades.
Ya
basta de silencio. Son contadas las voces de escritores que algo dicen sobre la
realidad, el resto está muy cómodo entre jornadas literarias oficialistas que
poco aportan realmente a nuestro acervo cultural, y otros están muy
concentrados diciéndose escritores mientras inundan las redes sociales con la
auto publicidad de sus obras que nada tienen que ver con lo literario, menos
aún con la historia que nos carcome.
Si
bien la literatura no sirve de nada si no cuenta con lectores que la devoren y
en función a ella puedan crecer y avanzar, tampoco nos sirve una literatura
adormilada, auto silenciada, enriquecida de términos y empobrecida de la
verdad. Porque hasta los grandes autores de siempre han reflejado su realidad,
aun entre la ficción de sus obras y sus innumerables metáforas. Necesitamos
voces que se atrevan, necesitamos autores serios, no necesitamos best seller,
sino escritores de oficio, que con su voz puedan iluminar las almas aún
enceguecidas y puedan abrir la puerta a una realidad más favorable. Voces que
reclamen, voces que despierten, voces que muevan almas mientras retratan desde
sus páginas la realidad de esta hora aciaga de nuestra historia.
Cada
libro es un universo cargado de posibilidades. Depende de nosotros que esas
posibilidades nos encaminen a un mejor futuro. Día del libro, el idioma y los
derechos de autor, muchos lo traducen como el día del escritor, pues bien
escritores venezolanos, a escribir, que a nosotros también la historia nos
pedirá cuentas.
Contigo, con la palabra y la más cristiana herencia del hombre: su dignidad.
ResponderEliminar