Por: María Luisa Angarita (@marialuisaangarita)
Por otra parte, también me he encontrado con gente que ve todo con optimismo, con un positivismo que veces pareciera disociarse de la realidad, gente que sabe que la situación del país no es buena pero aún conserva la esperanza en su gente y es justo esto de lo que quiero hablar, de nuestra gente, del Venezolano.
Un país no se conforma únicamente por sus políticos, más bien es un común denominador que en todos los países los políticos suelen ser los seres menos queridos por los habitantes. Un país se construye realmente por sus ciudadanos, por las personas que lo habitan y que día a día dedican su esfuerzo a trabajar.
Quizás usted no lo vea así, pero cada acción que realiza a diario en su vida laboral, personal y espiritual repercute en la forma como se construye y avanza un país. El país donde usted habita. Así cada acción de los venezolanos, buena o mala, productiva o no, repercutirá del mismo modo en el avance o deterioro de nuestra sociedad y por ende de nuestro país.
Por ejemplo, si una persona se salta una luz en el semáforo, esto no es responsabilidad de los políticos ni de las leyes, es responsabilidad de quien se saltó el semáforo y las consecuencias, casi siempre negativas como un accidente de tránsito con heridos o fallecidos, es responsabilidad única y directa de quien cometió la acción. Lo mismo aplica para la salud, la educación, la seguridad.
Si bien es cierto que actualmente tenemos carencias materiales en cuanto a los sectores de salud y educación, y que nuestra seguridad pende de un hilo en cada esquina, también es cierto que nosotros mismos no nos cuidamos, que no valoramos el aporte inconmensurable que nuestros mal pagados educadores brindan a nuestros hijos y que la inseguridad no depende sólo de los organismos de seguridad sino que realmente tiene mucho más que ver con la formación en valores y en los principios ético morales que sembramos en nuestros hijos desde pequeños.
Uno de los aportes más grandes a un país lo realizan las familias, todo país está conformado por familias. Así, si la educación que se brinda en el hogar no está basada en el amor, en el respeto al otro y a su vida, en la honestidad y el trabajo para mejorar las condiciones de vida, si como padres no velamos por nuestros hijos y su futuro sino que los dejamos ser y hacer lo que gusten sin hablarles de las consecuencias que para sí mismos y para los demás puedan tener sus acciones, si no estamos al tanto de las actividades que realizan y ni si quiera tenemos el interés por saber si lo que hacen está bien o mal, sino que por el contrario incluso los incitamos al mal, a ingerir alcohol desde jóvenes, a no asistir a clases, a robar. Entonces no es de extrañar el país que tenemos. En lo particular pienso que un país se construye desde su sociedad y la sociedad está directamente ligada a la forma como se vive en la familia, a la educación y a la formación que se ofrece en las familias a los niños y jóvenes y al trato diario en el hogar.
Muchos piensan en emigrar porque en otros países encuentran estas condiciones básicas de vida, pero estás condiciones de vida parten de los valores y principios que nosotros mismos vivimos y aportamos. La cultura de un país la hace su gente, si queremos un país civilizado, sin basura en las calles, donde se respeten las leyes, donde haya inclusión y posibilidades de crecimiento, somos nosotros quienes debemos comenzar por ofrecer ese cambio. Para construir el país que queremos es necesario el aporte de todos:
Crea oportunidades, abre caminos, genera opciones. Vuélvete un líder en tu comunidad invitando a los demás a unirse por alguna causa que repercuta en un bien común como limpiar la cuadra o el edificio, que si es responsabilidad del Estado o del condominio pues no del todo, porque el frente de tu casa te corresponde a ti, no a los demás.
Aporta siempre desde el bien, saluda, da los buenos días y agradece. Si te comprometes cumple, si sabes que no vas a poder no te comprometas y dale la oportunidad a otro. Si sacas a tu perro a pasear recoge sus desechos, no los dejes en la calle, ni en el estacionamiento del edificio, tu mascota es tu responsabilidad no de otros.
Cuida a tus ancianos, valóralos, respétalos, ayúdalos, que generalmente son tus padres o abuelos y son quienes dedicaron su vida a darte una vida. Apoya a tus hermanos, crecieron contigo, son un regalo de tus padres para ti y ámalos. Escucha a tus amigos y brinda un buen consejo.
No discrimines, trata como quieres que te traten. No juzgues, cada uno tiene situaciones y experiencias de vida totalmente diferentes y lo que para ti puede ser un chiste o una tontería para el otro puede ser todo lo contrario. Antes de juzgar, pregunta, escucha, sumérgete en ese océano que es el mundo del otro y entra en su espacio desde la comprensión, no desde la crítica.
¿La fe? Pues sí, construye desde tu fe. A diario también escucho personas preguntar dónde está Dios en medio de toda esta situación, y ellos mismos se responden sin darse cuenta. Dios está justo allí, en el medio. Mediando cada día entre tu vida y tus problemas, entre el mal y sus consecuencias.
Dios está allí despertándote cada mañana y ofreciéndote un nuevo día de oportunidades. Dios está allí en tu familia, en la mirada de tus hijos, en el rostro del prójimo que te pide ayuda. Dios está allí, en tus acciones, en tu obrar, porque está en tu corazón.
Dios no va a bajar a resolver la situación, ni va a enviar un rayo poderoso que acabe con los malos, -aunque siendo Dios todo poderoso y con la fe que tengo en los milagros, eso también podría ocurrir-, sólo que no es lo que queremos y de seguro tampoco lo que Él quiere. Dios quiere que obremos el bien y en cada buena acción que realizamos allí está presente Dios. Así que obra con coherencia desde tu fe, desde tus principios y valores.
Ten fe, “ora y trabaja” es el lema de San Benito Abad, y no encuentro un mejor modo para resumir todo esto, ora con fe y amor y trabaja con fe y amor. Porque sólo desde tu trabajo y tus oraciones, sólo desde tu obrar, el mío y el nuestro, podremos construir el país que queremos y necesitamos.
El artículo de hoy es un poco diferente, una invitación a cambiar y a luchar por el país que amamos, nuestra Venezuela. Fue publicado por primera vez hace pocos días en la página Claves para vivir y hoy se los presento como una reflexión, un aliento, un estímulo, pues todos podemos construir el país que queremos.A diario escucho a las personas hablar mal de Venezuela, del país que les dio la vida e infinitas oportunidades de crecer tanto humana como profesionalmente. Día a día me encuentro con personas que se quejan por la situación país, por la economía tan agresiva que tenemos, por la falta de medicinas, por la inseguridad, por la política en todo su conjunto, no sólo por un sector político sino por todo el panorama, en fin por todo lo que vivimos.
Por otra parte, también me he encontrado con gente que ve todo con optimismo, con un positivismo que veces pareciera disociarse de la realidad, gente que sabe que la situación del país no es buena pero aún conserva la esperanza en su gente y es justo esto de lo que quiero hablar, de nuestra gente, del Venezolano.
Un país no se conforma únicamente por sus políticos, más bien es un común denominador que en todos los países los políticos suelen ser los seres menos queridos por los habitantes. Un país se construye realmente por sus ciudadanos, por las personas que lo habitan y que día a día dedican su esfuerzo a trabajar.
Quizás usted no lo vea así, pero cada acción que realiza a diario en su vida laboral, personal y espiritual repercute en la forma como se construye y avanza un país. El país donde usted habita. Así cada acción de los venezolanos, buena o mala, productiva o no, repercutirá del mismo modo en el avance o deterioro de nuestra sociedad y por ende de nuestro país.
Por ejemplo, si una persona se salta una luz en el semáforo, esto no es responsabilidad de los políticos ni de las leyes, es responsabilidad de quien se saltó el semáforo y las consecuencias, casi siempre negativas como un accidente de tránsito con heridos o fallecidos, es responsabilidad única y directa de quien cometió la acción. Lo mismo aplica para la salud, la educación, la seguridad.
Si bien es cierto que actualmente tenemos carencias materiales en cuanto a los sectores de salud y educación, y que nuestra seguridad pende de un hilo en cada esquina, también es cierto que nosotros mismos no nos cuidamos, que no valoramos el aporte inconmensurable que nuestros mal pagados educadores brindan a nuestros hijos y que la inseguridad no depende sólo de los organismos de seguridad sino que realmente tiene mucho más que ver con la formación en valores y en los principios ético morales que sembramos en nuestros hijos desde pequeños.
Uno de los aportes más grandes a un país lo realizan las familias, todo país está conformado por familias. Así, si la educación que se brinda en el hogar no está basada en el amor, en el respeto al otro y a su vida, en la honestidad y el trabajo para mejorar las condiciones de vida, si como padres no velamos por nuestros hijos y su futuro sino que los dejamos ser y hacer lo que gusten sin hablarles de las consecuencias que para sí mismos y para los demás puedan tener sus acciones, si no estamos al tanto de las actividades que realizan y ni si quiera tenemos el interés por saber si lo que hacen está bien o mal, sino que por el contrario incluso los incitamos al mal, a ingerir alcohol desde jóvenes, a no asistir a clases, a robar. Entonces no es de extrañar el país que tenemos. En lo particular pienso que un país se construye desde su sociedad y la sociedad está directamente ligada a la forma como se vive en la familia, a la educación y a la formación que se ofrece en las familias a los niños y jóvenes y al trato diario en el hogar.
“Si en un hogar no hay amor, comprensión ni respeto por el otro, muy difícilmente las personas de ese hogar podrán ofrecerlo a los demás”.Por el contrario si en un hogar hay armonía, valores, amor y compromiso por el otro, entonces veremos personas dispuestas a esforzarse en sus estudios y trabajos, personas que ofrecerán un trato respetuoso a los otros y que tendrán un alto sentido del bien común, pues ya lo viven. Así, el país que queremos vivir empieza por casa, por nosotros. Somos nosotros quienes debemos cambiar para que el país cambie, somos nosotros quienes debemos esforzarnos en ser mejores.
- Si en vez de esperar que nos den facilidades creamos oportunidades, ya estamos aportando.
- Si en vez de esperar que otro haga vamos y hacemos, ya estamos dando un giro.
- Si en vez de saltarme el semáforo, o pararme sobre el paso peatonal, cumplo con las normas y soy un buen conductor, entonces de seguro habrá un cambio.
- Si educo a mis hijos con amor y en valores, estaré aportando ciudadanos de provecho al país.
Y ¿Qué pasa si me voy?
Muchos piensan en emigrar porque en otros países encuentran estas condiciones básicas de vida, pero estás condiciones de vida parten de los valores y principios que nosotros mismos vivimos y aportamos. La cultura de un país la hace su gente, si queremos un país civilizado, sin basura en las calles, donde se respeten las leyes, donde haya inclusión y posibilidades de crecimiento, somos nosotros quienes debemos comenzar por ofrecer ese cambio. Para construir el país que queremos es necesario el aporte de todos:
- Comienza con ser responsable
- Con llegar puntual a tus compromisos
- Respeta el derecho de los demás
- Recuerda que no eres el único con dificultades y solidarízate
- Extiende tu mano amiga a quienes más lo necesitan apoyando alguna causa como ayuda a los hospitales, a los niños desfavorecidos, a los ancianatos.
Respeto, responsabilidad y agradecimiento
“Siembra valores en tus hijos, ofréceles crecer en un ambiente hogareño lleno de amor y paz”.Edúcalos y apóyalos en sus actividades escolares, agradece a sus maestros su dedicación y esfuerzo. Si eres trabajador, pues cumple con tu trabajo, si eres empleador genera oportunidades de crecimiento y desarrollo para tus trabajadores, sin explotarlos ni aprovecharte de su situación.
Crea oportunidades, abre caminos, genera opciones. Vuélvete un líder en tu comunidad invitando a los demás a unirse por alguna causa que repercuta en un bien común como limpiar la cuadra o el edificio, que si es responsabilidad del Estado o del condominio pues no del todo, porque el frente de tu casa te corresponde a ti, no a los demás.
Aporta siempre desde el bien, saluda, da los buenos días y agradece. Si te comprometes cumple, si sabes que no vas a poder no te comprometas y dale la oportunidad a otro. Si sacas a tu perro a pasear recoge sus desechos, no los dejes en la calle, ni en el estacionamiento del edificio, tu mascota es tu responsabilidad no de otros.
Cuida a tus ancianos, valóralos, respétalos, ayúdalos, que generalmente son tus padres o abuelos y son quienes dedicaron su vida a darte una vida. Apoya a tus hermanos, crecieron contigo, son un regalo de tus padres para ti y ámalos. Escucha a tus amigos y brinda un buen consejo.
No discrimines, trata como quieres que te traten. No juzgues, cada uno tiene situaciones y experiencias de vida totalmente diferentes y lo que para ti puede ser un chiste o una tontería para el otro puede ser todo lo contrario. Antes de juzgar, pregunta, escucha, sumérgete en ese océano que es el mundo del otro y entra en su espacio desde la comprensión, no desde la crítica.
Pensando coherentemente
¡Sé coherente! La coherencia es una actitud ante la vida, un don y una virtud. Es ser consecuente y constante con nuestra forma de ver la vida y lo que queremos. Si quiero el bien obro en consecuencia a procurar el bien, si obro al contrario, entonces no soy coherente. Si quiero crecer profesionalmente entonces trabajo para lograrlo, eso es coherencia, es obrar según mis principios. Nuestra sociedad tristemente está marcada por la incoherencia, decimos una cosa y hacemos otra y así no se puede avanzar, ¿Quieres un buen país? ¡Constrúyelo! Construye desde tu familia, desde tu trabajo, desde tu diario obrar y muy especialmente, construye desde tu fe.Aportando desde la fe
¿La fe? Pues sí, construye desde tu fe. A diario también escucho personas preguntar dónde está Dios en medio de toda esta situación, y ellos mismos se responden sin darse cuenta. Dios está justo allí, en el medio. Mediando cada día entre tu vida y tus problemas, entre el mal y sus consecuencias.
Dios está allí despertándote cada mañana y ofreciéndote un nuevo día de oportunidades. Dios está allí en tu familia, en la mirada de tus hijos, en el rostro del prójimo que te pide ayuda. Dios está allí, en tus acciones, en tu obrar, porque está en tu corazón.
Dios no va a bajar a resolver la situación, ni va a enviar un rayo poderoso que acabe con los malos, -aunque siendo Dios todo poderoso y con la fe que tengo en los milagros, eso también podría ocurrir-, sólo que no es lo que queremos y de seguro tampoco lo que Él quiere. Dios quiere que obremos el bien y en cada buena acción que realizamos allí está presente Dios. Así que obra con coherencia desde tu fe, desde tus principios y valores.
Ten fe, “ora y trabaja” es el lema de San Benito Abad, y no encuentro un mejor modo para resumir todo esto, ora con fe y amor y trabaja con fe y amor. Porque sólo desde tu trabajo y tus oraciones, sólo desde tu obrar, el mío y el nuestro, podremos construir el país que queremos y necesitamos.
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