-María Luisa Angarita-
Hablar de misión y no
incluir la misericordia carece de sentido, Jesucristo vino al mundo por el amor
misericordioso de Dios para con los seres humanos, Jesús entregó su vida en la
muerte más cruel por la salvación de todos los hombres, el eje central del
kerigma, esa buena noticia que los misioneros debemos llevar a los demás, es la
misericordia pura, el amor infinito de Dios que nos acoge eternamente. No hay
otra manera de evangelizar que no sea presentando al otro ese amor de Dios que
perdona, libera y sana, sólo desde esa realidad podemos pararnos frente a otro,
llevarle el mensaje cristiano y entrar en su corazón.
Actualmente vivimos en
una sociedad que atraviesa por una crisis humanitaria sin precedentes en
nuestra historia civil, situación que ha llevado a las personas a vivir también
en una crisis de valores y principios donde todos están a la expectativa, donde
el facilismo está a la orden del día sin importar a quién se dañe y dónde todos
de alguna manera participamos de un esquema de corrupción que se ha instaurado
en la vida diaria y que pareciera no extinguirse, desde la compra de productos
a sobre precio hasta otras realidades peores, pareciera que hemos perdido el norte
y ya no sabemos actuar en concordancia con nuestras creencias. Es en estos momentos
donde se hace aún más urgente la evangelización, ese accionar de la Iglesia en
sus fieles para que vayan al encuentro del prójimo y le recuerden que sobre
toda adversidad y sobre toda crisis está la presencia real de Dios el verdadero
Padre que no abandona y que siempre está velando por nosotros.
La tarea no es sencilla,
como tampoco es sencillo el camino de Jesús, pero Él mismo nos ha enviado a
predicar su palabra a todas las naciones y en esta realidad de Venezuela no
podemos menos que llevar su mensaje de amor a esos hogares venezolanos que
necesitan re-encontrase con la fe y con la esperanza de sabernos amados por ese
Dios que dio su vida por nosotros. ¿Cómo? Desde la creatividad como lo ha dicho
su santidad Francisco, la misericordia y sobre todo desde ese testimonio de
vida que nos ayuda a iluminar al otro sobre el poder del obrar de Dios y de su
misericordia infinita. Vayamos pues como verdaderos discípulos con alegría y
llevemos a todos, en especial a los pobres, a los enfermos y a los excluidos,
ese mensaje de amor que rompe barreras y que une corazones, el único mensaje
que puede darnos la paz y la estabilidad que todos merecemos y necesitamos.
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