En el silencio de las horas
en la humedad de esta tarde y sus recuerdos
me sumerjo en lo profundo de mis aflicciones
de esta verdad que me habita silenciosa.
Las fachadas francesas de los edificios
ocultan tras de sí
años de sufrimiento
de un maltrato constante en el interior de sus paredes
las mismas paredes que me cubren
como una ensoñación
como una metamorfosis kafkiana.
Soy como ese edificio de la esquina
hermoso
fuerte
apacible
fundado sobre cimientos hoy reconstruidos
soportando siempre altiva la fachada
el rostro
ante los vientos fuertes y las tormentas repentinas de esta
ciudad.
Soy ese edificio,
cruzo la avenida por el rayado
como buena ciudadana
pero fijo la mirada en su arquitectura
el blanco marfil de sus paredes
el azul de sus tejados
sus balcones
semi abiertos a la tarde
esas ventanas misteriosas
que la poesía abre hacia mi alma.
Él lo sabe
él me mira desde la esquina
y reconoce en mí
la esperanza
la fortaleza
la tenacidad
y también allá en el fondo
el secreto profundo
la duda constante
y el antiguo temor siempre recurrente
en cada guerrero
en cada mujer
en cada mirada.
Camino por esta ciudad
y me pierdo
intentando encontrar en mis pensamientos
esas respuestas que mi alma
en un desesperado intento por alejarse
por cerrar ciclos
dejara abiertas en otras latitudes
grietas que la distancia no sabe sanar.
Regreso
vuelvo a mi
a reconstruir las heridas de este cuerpo
desgastado por el viaje
por las horas y el ritmo cada vez más diferentes.
Como ese edificio
llena voy de remiendos
de suturas y trabajos que intentan sostenerme
sin conocer que la humedad que me destruye
ya se encuentra hace mucho
en el fondo de mis entrañas.
María Luisa Angarita
Buenos Aires. 11/12/18
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