Despertando a
la Bruja es un libro
mágico, poderoso y brujeril, aunque no contenga hechizo alguno, ni maleficios,
ni mucho menos un compendio de artes mágicas. En este libro la magia va por un
camino siempre más seguro y poderoso, el de reconocer a la mujer en toda su
plenitud como lo que es: poder femenino en acción, ente capaz de vencer los
mayores obstáculos y no dejarse doblegar, aunque por ello reciba siempre el
mismo calificativo: Bruja.
Pam Grossman es
bruja, pero no usa este término sólo para representar su poder femenino, sino
porque en realidad la brujería y las artes mágicas son su camino espiritual.
Sin embargo, lo que nos ofrece en su libro no se centra en la magia ni en las
artes ocultas, sino en la reconstrucción de la historia de las mujeres a lo
largo de los siglos y cómo la concepción de lo femenino se asoció al termino
“bruja” en la mayoría de los casos como estigma social y descalificativo. Pero
también, cómo en la actualidad este término está siendo resignificado por las
mismas mujeres que ahora lo llevan con orgullo, en especial las mujeres con
activismo social, político, artístico, y por su puesto por quienes caminan el
sendero de la magia.
En “Despertando
a la bruja”, Grossman nos toma de la mano para recorrer la evolución del
término “bruja” desde las antiguas civilizaciones griegas, las tradiciones
judeocristianas, la terrorífica inquisición y luego, con la llegada de tiempos
más modernos, su resurgir de la mano de los practicantes del espiritismo y
posteriormente gracias a los practicantes neopaganos.
Igualmente, a lo
largo de todo el recorrido, Grossman nos lleva a ver cómo las artes, el cine,
la literatura, la música, las artes plásticas y otras formas expresivas han
tomado la imagen o el concepto de la bruja para crear, desde diversos ángulos,
un universo amplio de referentes asociado su imagen.
Sin embargo, creo
que lo más resaltante de este libro es cómo nos permite apreciar un hecho
clave, el término “bruja” se ha adjudicado a lo largo de la historia a cada
mujer que no se deja doblegar en espíritu por el poder de los hombres. Y esto
tiene una connotación poderosa, porque implica el desprecio, el encarcelamiento
y hasta la muerte de miles de mujeres a lo largo de los años por el simple
hecho de saberse dignas y de no aceptar las imposiciones masculinas.
Y este peregrinar
de las mujeres a lo largo de los siglos Grossman nos los muestra en detalle,
desde los juicios de las supuestas “brujas” durante la inquisición, hasta la
actualidad, donde en el sector político y cultural las “cazas de brujas”
continúan activas para censurar a cualquiera, sea hombre o mujer, que vaya más
allá de lo que la sociedad acepta como permitido moralmente o incluso
culturalmente.
Sí, las brujas
tienen poder, porque las mujeres tienen poder, un poder propio, natural, que no
implica obligatoriamente maleficios ni rituales macabros. Un poder que va más allá,
que implica transformación personal y social, que abre caminos y derrumba
muros, que busca la igualdad y abre puertas a la inclusión social en todos los
sentidos. El mismo poder que le hace levantarse cada día, aunque no esté de
ánimos, para retomar las riendas de su vida y avanzar, a pesar de los cientos
de obstáculos que el patriarcado continúa imponiendo. A este poder se refiere
Grossman y en este libro nos lleva de la mano no sólo para estudiarlo a lo
largo de los siglos pasados, sino para también redescubrirlo en el interior de
cada alma que se atreva a leerlo.
Y hay más,
Grossman también nos recuerda la peligrosidad del término, y cómo hoy, en pleno
siglo XXI, ser considerada bruja, o peor aún, auto denominarse bruja, puede
tener consecuencias negativas para quien se arriesgue. Aun mueren mujeres en
varios países por sólo expresarse, por sólo pensar, por ser diferentes, en fin,
por ser brujas.
He dicho y
sostengo que en “Despertando a la Bruja” Grossman nos lleva en un
recorrido a lo largo de todo el universo conceptual que este término engloba, y
esto implica también detenerse un poco en lo que este término representa para
las personas y culturas que sí trabajan la brujería como creencia y estilo de
vida. Lo aclaro como advertencia para que quienes tienen una visión un poco
sesgada de la realidad, no se estrellen de bruces al caminar por estas páginas.
Para mí, este
libro de Grossman es poderoso. Una forma amena de profundizar en todo el
entramado cultural que una simple palabra puede contener, una palabra profunda
y mítica, la palabra "Bruja".
Cierro esta breve
reseña con una cita de este libro que amo, y que muestra un poco como a lo
largo de los siglos el término ha mutado para resignificarse: “La identidad de
la bruja es tal que las mujeres poco convencionales, y sobre todo las artistas,
han asumido de manera voluntaria con franqueza, independientemente de si su
brujería es literal o metafórica.” (p. 300)
Sí, las mujeres
somos brujas, muchos hombres también son “brujos”, y no, no es necesario hacer
maleficios para demostrarlo, a mí, a menudo, me basta con un poema.
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